Precisamente, el mismo día de la Audición de Navidad, recibo una llamada telefónica preguntándome por la contraseña que tiene el ordenador de la Escuela de Música. Fíjense, después de agenciarse, sin contar conmigo, las llaves del despacho, la de los armarios... a los 3 meses de empezar el curso me llaman para preguntarme por la contraseña del ordenador. Un poco extraño, ¿verdad? ¡Será que no habían tenido tiempo antes! Y cuando les explico lo relativo a esa contraseña y que para acceder al ordenador de la Escuela, en realidad, no había puesta ninguna, me recuerdan que por la tarde teníamos la Audición de Navidad. Me preguntaron si iba a poder asistir. Yo les dije que haría un esfuerzo. Y en ese momento me dieron a entender, no con estas palabras exactamente, pero más o menos, que comprendían lo mal que lo estaba pasando y que si no iba a la Audición tampoco iba a pasar nada. Quizá fue el único momento del curso en el que se me dio un cierto respiro. Pero yo creo que debían ir con otra intención totalmente distinta. Porque a la vuelta de vacaciones, concretamente el 8 de Enero, se habían suspendido las clases por culpa de la nieve y a mí no me comunicaron absolutamente nada. Me enteré por el cartel que había en la puerta de entrada. [Comprendo que los profesores que viven fuera tienen mayor dificultad para venir un día de estos para dar clase. Pero en mi caso no me habría supuesto ningún problema. Y creo que a mis dos alumnos que tenía esa tarde tampoco, como más adelante me confirmaron ellos mismos. O sea, que tampoco me importaba dar clases esa misma tarde como estaba previsto.] Lo que me molestó en realidad fue que llamaron a uno de mis alumnos para decirle que esa tarde no se iba a impartir clases en la Escuela. Y cuando el alumno preguntó si había, al menos, clase con Jose, le respondieron que no sabían nada. Es decir, que desde la Escuela no me comunican que se han suspendido las clases y, además, les dicen a uno de mis alumnos que no sabían lo que yo iba a hacer.