ESCUELA SE ESCRIBE SIN H - BLOQUE 7

Como he comentado anteriormente, me incorporé a la Escuela de Música el Miércoles 15 de Octubre de 2008. Recibí una llamada telefónica de Víctor comunicándome que ya podía incorporarme esa misma tarde y que podía impartir clases los Miércoles y los Jueves, o los días que yo quisiera. [Es curioso que el primer correo que me enviaron en este sentido precisara que solamente había un hueco los Jueves. (Ver anexo 2)] También aprovechó para preguntarme si había leído un mensaje que debía de haber recibido el día anterior por el correo electrónico. Le dije que no, que llevaba algunos días sin leer el correo. Entonces me pidió que no lo leyera, que no le hiciera caso y que lo eliminara, sin molestarme ni siquiera en leerlo. Aún así, después de llegar por la noche de mi primer día en la Escuela de Música (no antes de ir a la Escuela) lo abrí, lo leí y lo guardé. La verdad es que en aquel momento tampoco le di demasiada importancia. A esas alturas, uno podía esperarse cualquier cosa y ya no me podía sorprender nada en absoluto. De todos modos, con la llamada de Víctor, cualquier duda que había tenido en las últimas semanas pareció disiparse. Unas horas después ya estaba en la Escuela de Música, dispuesto a emprender una nueva etapa pero sin la seguridad de lo que el curso me iba a deparar.

Sin embargo, prácticamente desde el primer momento en que me incorporé a la Escuela de Música me sentí incómodo. Algo no cuadraba con el clima de confianza que supuestamente había generado Víctor. Puede que yo tuviera parte de culpa por no poder ajustarme a esta nueva realidad, pero también es verdad que ni el Equipo Directivo ni el de Profesores hicieron demasiado para mejorar la situación. Al menos, esperaba que pudiésemos aclarar los malentendidos que pudiera haber habido en los últimos meses. E intentar limar asperezas. La verdad es que era lógico y comprensible, pese al desafortunado tono del mensaje inicial, que el nuevo Equipo Directivo hubiera mantenido una reunión conmigo, como se precisaba en el mensaje, tras incorporarme a la Escuela (esa semana o, incluso, la siguiente), dadas las circunstancias. Sí es verdad que Víctor ha ido hablando conmigo, muy de vez en cuando, durante el curso. Otros profesores, menos todavía. Y eso que tenían que hablar conmigo desde el verano. En vez de hablar (cosa que a fecha de hoy todavía estoy esperando), se limitaban a dar órdenes por el correo electrónico. Como dijo hace ya muchos siglos el sabio ateniense Solón: “Manda cuando hubieres aprendido a obedecer”. ¡Qué fácil es cuando no quieres hablar con una persona mandarle un correo electrónico! La verdad es que no tuvo lugar esa reunión con el Equipo Directivo. Quizás porque en realidad ni me esperaban aquella tarde. Por eso se puede comprender que yo no haya firmado ningún documento (al igual que hizo el resto de profesores) hasta que firmé definitivamente el contrato a principios de Noviembre. Según el parte de altas y bajas en la Seguridad Social, a mí se me dio de alta concretamente el 13 de Noviembre. He reclamado varias veces una copia del contrato y a fecha de hoy todavía no la tengo. Se supone que mi contrato terminó en Junio o en Julio, y a fecha de hoy, a mí nadie me ha entregado documentación alguna. En la reunión que tuve con Víctor el Lunes 22 de Junio, aproveché una vez más para pedir esa copia del contrato que reclamé varias veces durante el curso. Buscaron cualquier pretexto para decirme que no la tenían. Quedamos en que me entregarían la copia del contrato junto a la documentación correspondiente a la finalización del contrato. A fecha de hoy, sigo esperando (pero sin fumar). Pero es significativo que no me dijeran en aquella reunión que ya estaba de baja en la Seguridad Social desde el 18 de Junio (5 días antes de aquella reunión). Quizá el mensaje era solamente un pretexto para intimidarme. Quizá esa reunión que aparecía en el mensaje formaba parte del mismo pretexto. Porque si lo hubiera leído antes de ir a la Escuela de Música, tal vez ni me hubiera presentado esa misma tarde. Ellos habían enviado el mensaje intencionadamente para que yo lo leyera. Pero tenían que quedar bien. ¡Siempre tienen que quedar bien! Le decimos que ha sido un error. Que no tenían esa intención. Que no lo leyese ni siquiera. Y que podía dar clase los miércoles, los jueves o los días que yo quisiera. ¡Menudo clima de confianza me estaban dando! Con razón se disiparon al momento las dudas que yo tenía desde semanas. Y ya de paso le decimos que elimine el mensaje (para que no queden pruebas, supongo). Pero el “fallo” (para ellos, claro) fue que lo leí por la noche, después de haber comenzado ya las clases y el efecto que produjo en mí no era para nada el que ellos esperaban. Claro, todo esto no lo piensas en el momento y en ese instante. Te vas dando cuenta con el tiempo. Porque no tenía nada que ver el clima de confianza de la llamada telefónica con lo que yo iba viendo en el día a día.